viernes, 12 de octubre de 2012

El Periquito peregrino en Yucatán


Joed Peña Alcocer en PorEsto!, 23 de mayo de 2012.
Tesoros de la Biblioteca Virtual de Yucatán No. 46


La migración cubana a Yucatán, acentuada en el siglo XIX, fue en buena medida benéfica para el desarrollo de la cultura. No pueden ser pasados por alto los nombres de Rodolfo Menéndez de la Peña o Eduardo Urzaiz, dos de los inmigrantes más recordados en nuestras tierras, pilares indiscutibles en el desarrollo educativo, el primero durante el Porfiriato y el segundo en la Revolución. Otro intelectual cubano, por corto tiempo radicado en Yucatán, fue Ildefonso de Estrada y Zenea, dedicado profesor y promotor de la literatura infantil. En su natal Cuba, Estrada y Zenea animó el campo de las letras con publicaciones como El diccionario de los niños y, de manera muy especial, con el periódico infantil El Periquito, que fue recibido muy afectuosamente por la sociedad de la isla. En 1869 Estrada y Zenea llegó a costas yucatecas, acompañado de su periódico infantil, inaugurando así la segunda etapa de la publicación en la ciudad de Mérida. 

El Periquito deleitó a los niños con consejos, cuentos, lecciones útiles para la escuela y charadas cuya resolución hacía acreedores de premios a los pequeños. Poco más de dos años después, El Periquito inauguró una tercera época en el puerto de Campeche y, años más tarde, el inquieto intelectual y su periódico se dedicaron a complacer a los infantes veracruzanos, llegando por ultimo a la ciudad de México, donde El Periquito se asentó de manera definitiva. Resulta interesante que la migración cubana representó no sólo el traslado de personas de un territorio a otro, sino también de ideas y, como en este caso, de publicaciones. Dejamos al lector el saludo con el cual simpático periódico de Estrada y Zenea alzó el vuelo en Yucatán.


El Periquito. Periódico de los niños, abril 4 de 1869. Fondo Reservado, Centro de Apoyo a la Investigación Histórica de Yucatán.



¿Cómo no?



Así como un solo rasgo basta para caracterizar una fisonomía y un ligero toque de mano maestra para dar vida y animación a un cuadro, así una frase suele revelar a veces la verdadera índole, el carácter, las tendencias y hasta las pasiones y preocupaciones de un pueblo, que justifica con esas mismas frases, especialmente a los ojos de los forasteros, lo que de él puede uno prometerse, sobre todo, si atendemos al célebre dicho de Montaigne de que el estilo es el hombre.

Cuando por primera vez tuvimos el gusto de dirigir la palabra a uno de los naturales de este país hermoso, hospitalario y querido, que de manera hermana con el nuestro que no nos ha permitido sospechar todavía que nos encontramos en tierra extranjera, o mejor dicho, que no puede ser considerado como extranjero para el natural de Cuba, nuestra patria, preguntamos simplemente si había algunas naranjas (fue en Hunucmá) pues veníamos llenos de calor y de sed desde Sisal, y deseábamos tomar algún refresco. -¿Cómo no? nos dijo la simpática y graciosa mestiza a quien nos dirigimos y aquel ¿Cómo no? nos dejó desconcertados, porque nosotros lo tradujimos diciendo: ¿Cómo se atreve usted a presumir que no tengamos naranjas en nuestro país? Disculpe usted, dijimos a la ventera, un tanto cuanto avergonzados y temerosos de haber ofendido su amor propio; creímos que ya en este mes no las hubiera: tenga usted la bondad de traerlas y sea enhorabuena.- Así que hubimos tomado las naranjas, al entrar en el coche preguntamos al conductor: ¿Sabes dónde está en Mérida el hotel El Louvre? ¿Cómo no? nos dijo y por segunda vez comprendimos que había sido una torpeza de nuestra parte dudar que el conductor supiera donde quedaba El Louvre.

Ahora bien, si ese ¿Cómo no? que es como si dijéramos la síntesis, la expresión gráfica con que el pueblo justifica que se halla de hecho y de derecho, en posesión de aquello por lo cual se le pregunta y que poner en duda solamente sería bastante para molestarle y herirle en su amor propio, hubiera venido a solicitar su natural colocación detrás de esta pregunta: ¿Hay en Mérida algún periódico dedicado exclusivamente a los niños? ¿no es cierto que nos hubiéramos visto privados de oír la mas graciosa y más común locución con que aquí se nos responde a todo y que especialmente nosotros, los habaneros, gustamos de oír a cada instante por la dulzura con que se expresa, por el tono con que se pronuncia, por la satisfacción que envuelve; por el placer en fin, con que se nos manifiesta que se nos puede servir con aquellos que deseamos?

Pues para que pueda el pueblo hacer uso de su frase favorita; para que nosotros podamos tener el gusto de oírlo y sobre todo, para que sea una verdad y muy útil por otra parte, establecemos desde hoy El Periquito, periódico de los niños, que fue el primero de su clase publicado en Cuba, donde obtuvo la protección de todos y especialmente de las madres de familia, quienes comprendieron que era el mayor obsequio que podían hacer a sus hijos cada domingo.

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