lunes, 3 de octubre de 2011

Un romance no tan secreto: relaciones Iglesia-Estado

La constitución mexicana es clara al abordar las relaciones de la Iglesia y el Estado, la cordialidad es lo que en el mejor de los casos debiera de existir entre estas instituciones de poder, pero en realidad es algo más cercano a la unión libre. La unión de una pareja sin contar con la aprobación pertinente de las autoridades eclesiásticas es una pena muy grave que daña el espíritu y el cuerpo, podemos de esta manera inscribirlas en las relacione ilícitas para las iglesias -sin importar la denominación a la que pertenezcan-, si este tipo de exigencias las trasladamos al plano de las instituciones y, pensando que las Iglesias se aproximen a cumplir sus propias normas, el ideal sería el respeto a las reglamentaciones estatales que regulan y promueven la convivencia social, dentro de las que se encuentra estado laico constitucional. Respecto a ello las Iglesias de corte protestante han sabido llevar la práctica religiosa de manera acompasada a dichas normas, siendo esas leyes las que les han permitido un mejor accionar de su labor de evangelización y propagación de sus preceptos doctrinarios, pero por el contario, han representado un lastre para la Iglesia católica romana que ha procurado la recuperación de los espacios perdidos en el siglo decimonóno.

Desde el siglo XIX, especialmente el periodo de la Reforma, la Iglesia católica ha procurado mantener un cercanía con el poder, lo que ha sido facilitado por la abrumadora mayoría de feligresía católica a lo largo y ancho de la república mexicana –donde se cuenta a no pocos políticos-, esta penetración en un principio fue sigilosa, pero en los últimos años se ha mostrado de manera evidente, a tal grado que los dirigentes políticos de la nación mexicana besan manos y anillos de altos jerarcas católico romanos, siendo cada uno de ellos agravantes a la constitución, que demuestran la intromisión de la Iglesia en asuntos y protocolos de Estado; atendiendo a estas consideraciones la iglesia vive junto al estado en una relación ilícita desde la perspectiva constitucional; esta relación podemos entenderá como una “unión libre”, conocida pero no sancionada.



Esta situación se ha presentado no únicamente en el ámbito local o nacional, la comunidad internacional ha sido testigo de cómo estas relaciones se estrechan, cómo los estados tienen a prelados tras ellos, cómo las homilías se transforman en plataformas políticas, no hablar de las actividades ilícitas en las que no pocas ocasiones sale a relucir el nombre de algún sacerdote. El impulso dado en los últimos años a la educación privada evidencia ha facilitado la infiltración de la Iglesia a los círculos de poder económico y social, logrando que egresados de escuelas de carácter privado tengan acceso a puestos políticos, como el caso del secretario de la Secretaría de Educación Pública en México, lo anterior resulta de llamar la atención al percatamos que estas instituciones educativas privadas tienen nexos con órdenes religiosas, de las cuales dependen directamente. Éste tipo de instituciones abundan en la República, dentro de las cuales se encuentra la Universidad Anáhuac o el Colegio Cumbres, instituciones donde actualmente estudian hijos de algunos de los políticos y empresarios más influyentes de la república, es importante señalar que ambas tienen presencia en suelo yucateco.

Las entradas venideras de El Gallo Algebraico tendrán como objetivo dar un breve panorama del cómo se viven estas relaciones de la Iglesia y el Estado en nuestro entorno, procurando presentarlo sin un lenguaje muy “esdrújulo” y aceptando cualquier desacuerdo que los buenos lectores puedan tener con lo aquí presentado, para así percatarnos de las intrincadas relaciones de poder e interés que se extienden bajo las cruces de las parroquias y bajo las páginas de la constitución mexicana, por la misma naturaleza y objetivo del trabajo será breve y no muy explicativo en los casos que se puedan exponer.

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