martes, 15 de junio de 2010

Dr.Cuac

Ser Doctor o no ser Doctor, ese es el dilema.

El medio profesional en el que nos encontramos exige de todos nosotros un esfuerzo, en ocasiones sobre humano, para poder destacar, encontrar un espacio en el que nuestra propuesta pueda ser escuchada. Dado que nuestro desempeño efectivo se da en el mundo de la academia, se hace necesario el estudio de un posgrado, en el mejor de los casos estudiar el Doctorado –en mayúsculas como a algunos les gusta, como su nombre propio-, grado que supone en nosotros la total especialización en métodos de investigación, experiencia acumulada y ser reconocidos como profesionales de la academia. También supone una mayor facilidad de obtener trabajo, sobrayo la palabra supone.
Realmente, ¿Qué significa el doctorado? ¿Es acaso un grado que solo súper humanos pueden lograr obtener? ¿Es el logro más grande que en la vida puede alcanzarse?, las respuestas pueden ser tan diversas que en ese cumulo de diversidad pueden surgir enfrentamientos de carácter bélico.
El doctorado, desde mi muy humilde punto de vista –se que algunos le quitarían el “muy humilde”-, representa el máximo honor que la academia puede otorgar, es resultado de años de dedicación, consecuencia de los deseos de investigar exhaustivamente. En nuestro caso, como científicos sociales debería ser el cumulo de experiencias que nos sirvan de nexo comunicativo con la sociedad, nuestro trabajo como historiadores tiene en esencia un compromiso directo con nuestras comunidades, compromiso que el estudio doctoral debiera clarificar mucho más para poder desarrollar un proyecto de impacto social y pasar a ejecutarlo. Tristemente, el compromiso se ve sustituido por el interés, la denuncia es acallada por las becas y me pregunto ¿Dónde quedó el compromiso del que tanto nos hablaron en la licenciatura?, con tristeza nos hemos dado cuenta que algunos de nuestros profesores anteponen su grado académico a las condiciones humanas que propician las buenas relaciones y el entendimiento. El doctorado se los come.
Desde mi particular pensar me muestro renuente a cambiar mi nombre, dejar de ser El Gallo Algebraico a ser el Doctor Algebraico, suena horrible. No entiendo cuando se llegó al grado de dejar que un simple titulo nos haga ser, cuando somos nosotros quienes damos prestigio a algún grado académico, somos nosotros quienes damos legitimidad, valor y significado a cualquier titulo. Por eso rechazo los posicionamientos de sumisión a algún título, a pensar que un grado académico determina la capacidad intelectual de cada uno de nosotros.
Hemos perdido lo que distinguió al historiador, la humildad. Se dejó la visita al campo, el convivir con las personas de los pueblos para sentir la comodidad en algún centro de investigación o universidad de las que se obtienen becas y apoyos para engrosar un currículo de congresos, artículos de revistas, capítulos de libro y libros. Como dijera Roger, ¿Dónde acabaron los historiadores que como Hobsbawn asesoran sindicatos? ¿Dónde hallar el compromiso social de Bloch?, ¿Dónde quedo la humildad?
Las relaciones profesor-alumno se ven muy desgastadas, en especial con los del grupo de Las Divinas –en el caso de nuestra facultad, como les llamara un buen amigo-, que privilegian el ser “investigador” a ser docentes. Ser consientes de nuestros deberes y responsabilidades son partes de vital importancia del ser historiador.
Debo puntualizar que todo título es motivo de orgullo, satisfacción y demuestra el esfuerzo y dedicación, así como también es motivo de respeto, pero cuando pensamos es más que eso y debe ser razón de idolatría ya no concuerdo. Todos son absorbidos por este pensamiento, por creerse súper humanos por un título y que los separaran del resto de la población, es cierto que en la academia el titulo marca grandes diferencias, pero no todo en la vida es la academia. Qué bien que podremos decir jugamos futbol con Edgar, Castillo, Roger o como otros prefieren con los Doctores, o que la asesora de un amigo de Guanajuato gusta de la llamen Malú, en hora buena por las personas que privilegian el ser seres humanos y no un titulo. Esos son Doctores respetados y apreciados. Para ejemplo internacional el Dr. Van Young, que nos hace sentir colegas suyos.

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