lunes, 17 de junio de 2013

Memoria e historia de la Guerra de Castas

La historia peninsular tiene momentos definitorios, en ellos se conjugan varios elementos que delinean como producto último la identidad. De forma muy peculiar es el Oriente yucateco el espacio en el que confluyen algunos de los hitos de nuestra historia, es donde los procesos históricos tienen permanencia temporal, memorística, discursiva e historiográfica.

El siglo XIX dejó dos momentos importantes, uno es el movimiento federalista de Santiago Imán que a principios de la década de 1840 tomó, con ayuda de indígenas mayas, la ciudad de Valladolid y el segundo la Guerra de Castas. El movimiento iniciado en 1847 es el que ha marcado el devenir de muchos pueblos del Oriente. En el siglo XX el movimiento conocido como la Primera Chispa de la Revolución, que no fue una primera chispa revolucionaria y sí muestra de descontento con la autoridad porfiriana local, es otro hito de la formación de la identidad.

Con todo la Guerra de Castas se impone a la Revolución, logrando hacer de múltiples episodios ocurridos entre 1910-1916 parte de su historia, parte de su memoria. El conflicto de 1847 acarrea múltiples interpretaciones de la historia, dentro de las cuales el documental La dignidad maya es una de las últimas.

El documental nos ofrece una visión desde la memoria, que no es necesariamente la historia formal, pero sí la parte que interesa a las comunidades de Yucatán y Quintana Roo, que delimitan los terrenos de la memoria, que en un ejercicio reflexivo se transforma en la historia comunitaria.

El trabajo realizado por Francisco May, apoyado por el historiador Gilberto Avilez con el guión, busca el equilibrio entre lo que el discurso académico señala y lo que la memoria oriental nos dice.

Es significativo el inicio del documental, las dedicatorias tienen como justificación la memoria: rescatar la del abuelo, la construcción de la memoria de la hija. Es más que válido, se dirá que necesario, hacer uso del conocimiento local para la compleja construcción de las historias más íntimas de nuestras comunidades.

Jesús Lizama y Lorena Careaga Viliesid nos da el contexto académico de las principales interpretaciones sobre la Guerra de Castas de los últimos años, siendo algunos polémicos como la aseveración que el elemento de las Castas existió en este conflicto. La parte más interesante del documental se centra en las opiniones de los habitantes de Quintana Roo, depositarios de la memoria.



Norberto May Pat, a quien se presenta como descendiente de Jacinto Pat, argumenta que la Guerra de Castas fue una guerra de pobres contra ricos. Aunque algunos de los líderes del movimiento, como Jacinto Pat, no tuvieron carencias.

El señor Cornelio Díaz, lo mismo que Domingo Estrella Puc, nos relatan un peculiar inicio de la Guerra de Castas, la hija de Manuel Antonio Ay es obligada quedarse en el pueblo a pesar de la negativa de su padre y con ello inician los planes de guerra.

La historia de la hija de Manuel Antonio Ay es, creo yo, una justificación ideológica, simbólica. Si a esta historia unimos lo dicho por doña Alma Poot Dzib, sobre la promesa de la cruz de hacer permanecer la semilla de los valientes, tenemos un discurso de la continuidad del linaje del pueblo, de la pureza, de mantener los valores del grupo. En otras palabras de conservar la tierra, de regresar por lo que se ha perdido, por lo que da frutos, de donde nacen las semillas, la mujer es la tierra. En este punto es importante recordar que el hombre maya viene del maíz, viene de una semilla. La Guerra de Castas es una lucha por la tierra.

Los señores Santos Can Tzuk, Florentino May Balam, Eulalio May Balam, Cornelio Díaz y Domingo Estrella nos relatan las formas de los mayas de hacer la guerra. Viliesid nos dice que esas habilidades las obtuvieron gracias al conflicto entre Mérida y Campeche, aunque este enfrentamiento nunca llegó a un conflicto armado de gran envergadura, no pasó lo mismo con el bloque centralista que tuvo en Santiago Imán y los indígenas orientales a sus más fieros contrincantes.

Leonardo Pat, muy probablemente tataranieto de Jacinto Pat, nos da un dato interesante, los pueblos que acudieron al llamado de las armas: Chichimilá, Peto, Tekax, Oxkutxcab y Ticul, poblados que formaron parte de la línea fronteriza oriental. Ya es de discutir si en primera instancia fueron 40,000 sublevados, cifra a la que llegaron y superaron con el paso del tiempo. El señor Pat nos recuerda también la participación de Belice en el devenir de la Guerra.



El conjunto de memoria presente en las voces de los hombres de Quintana Roo nos muestra la memoria sobre la Guerra que se genera en esa zona, la memoria de la Guerra de Castas en el primer Oriente, en el cercano, es diferente, lo es aún más la de las zonas del Centro Sur. Además de ello podemos escuchar en el documental la expresión de “los waches” un recuerdo de la no tan lejana toma de Chan Santa Cruz por Ignacio Bravo, quien provenía de otro estado, un hombre de botas que hacían wach, wach.

El documental de Francisco May es una joya de la memoria, de la construcción de una historia local de gran validez, vigencia, valor y que continuamente debemos revisitar.

*Texto leído por el autor durante la proyección del documental La dignidad maya, guerra de castas de 1847 en el Centro Universitario de Valladolid, en el marco de las celebraciones por los 470 años de la ciudad de Valladolid, el pasado 16 de mayo.

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