Todos aquellos que hemos leído y, por lo tanto, comentado nuestras lecturas, debemos reconocer que nuestro “ego lector” muchas veces nos lleva a traicionar la verdad, nos trasformamos en comentaristas de libros nunca finalizados y, en peores casos, incluso de aquellos que nunca hemos siquiera tocado.
Causa desconcierto que, muchas más de las veces que nos gusta reconocer, no nos acordamos de aquello que hemos leído con “dedicación”. Los anteriores y otros más sucesos derivados del placer de leer nos hablan de dos cosas muy importantes.
La primera: siempre desearemos leer mucho más de aquello que hemos leído al día de hoy. El temor a no leer lo indispensable –o aquello que creemos indispensable- nos hace mentirosos muchas veces.
La segunda: la cantidad de libros, revistas, artículos, reportajes y demás textos es abrumadora, nunca leeremos todo lo que queremos, mucho menos lo que debemos, y siempre, de manera inexorable olvidaremos mucho más de lo que nos gustaría.
Podría salir una tercera, pero espero ustedes completen la lista.
En resumidas cuentas, el acto de leer nos hace ser, pensar, hacer y decir muchas cosas, en ocasiones barbaridades, pero es mejor así.
La siguiente ilustración, tomada de la edición del mes de Abril de 2012 de Letras Libres, nos ejemplifica claramente el estado de “El librero mental”, tal es el título de la gráfica autoría de Eduardo Salles.
"El librero mental" de Eduardo Salles. |
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