miércoles, 29 de agosto de 2012

La disputa por la invención de la máquina para raspar henequén


Tesoros de la Biblioteca Virtual de Yucatán No. 42 



Joed Peña Alcocer, en PorEsto!, 11 de mayo de 2012.



El henequén dio al estado riquezas como nunca antes, dejó una estela de nuevos monumentos, encumbró a familias a los más altos estrados de la política y también propició la desigualdad, la explotación y la esclavitud en algunas haciendas. A la par de todo lo anterior, dejó para los anales de nuestra historia una de las disputas más agrias por la propiedad de una máquina, de un invento. Por muchos años José Esteban Solís y Manuel Cecilio Villamor se disputaron el título de inventores de la máquina de raspar henequén, dejando quejas en los tribunales y desplegados en la prensa. Esta lucha no era únicamente por la fama, sino que tenía tras de sí la búsqueda de los derechos de un artefacto que podía dar grandes beneficios económicos, de ahí que Villamor deseara que le fueran reconocidos sus derechos de inventor por sobre Solís. Sin embargo, el invento de José Esteban fue el que probó en las fincas su correcto desempeño, mientras que el de su contrincante sólo significó una desilusión al momento de ponerlo a funcionar. No obstante, fue Manuel Cecilio quien ganó el título de inventor. Dejamos al lector un fragmento del escrito de Gonzalo Cámara Zavala sobre tan singular pleito.


-Gonzalo Cámara Zavala. Reseña histórica de la industria henequenera de Yucatán. Mérida, Imprenta Oriente, 1936. Biblioteca Crescencio Carrillo y Ancona, Centro de Apoyo a la Investigación Histórica de Yucatán.





El mayor obstáculo que se ofrecía al desarrollo de la industria era la falta de la máquina raspadora. Y esto llegó a ser para los yucatecos una obsesión. La legislatura del Estado decretó un premio de dos mil pesos para el que inventara la máquina. Un ingeniero mecánico alemán, el Sr. Luis Koch, dijo haber inventado una que producía 40 arrobas diarias de filamento; pero que cada máquina valdría los dos mil pesos y que como premio se le dieran diez mil pesos. Se forjaron muchas ilusiones sobre el brillante resultado ofrecido; pero el ingeniero alemán fracasó, como habían fracasado todos los extranjeros que se habían ocupado en el asunto. En los Estados Unidos se había declarado que la máquina que se pretendía era un imposible. Los yucatecos no lo creyeron así porque diariamente palpaban la necesidad de ella, y tenían fe en que más o menos tarde se llegaría a conseguir el ideal acariciado. También fracasaron muchos yucatecos: Ramírez, Millet, Juanes Patrulló, Canto Sosaya, Espinosa Rendón, Solís (José Eleuterio), Villamor (Florentino), Meric y otros que al fin abandonaron sus proyectos. Únicamente insistieron dos incansables luchadores: D. Manuel Cecilio Villamor y D. José Esteban Solís. El Presidente de la República, D. Antonio López de Santa Anna, declaró a Villamor inventor de una máquina de raspar henequén y le aseguró la propiedad d su invención. Para explotarla se formó una sociedad de los distinguidos yucatecos: D. Miguel Barcachano, D. Juan Miguel Castro, D. Ignacio Quijano y D. Pedro Crámery. Llegó a construirse la máquina y parece que al principio se creyó que podría dar resultado; pero pronto se desengañaron porque las dificultades que se presentaron en el trabajo no pudieron vencerse. Entró el desaliento, el desacuerdo entre socios, y la máquina abandonada definitivamente fue desarmada y vendida aisladamente en piezas. El Gobierno de Yucatán, a cargo de D. Santiago Méndez, expidió un decreto el año de 1857, tres años después del que favoreció al Sr. Villamor, declarando también inventor a D. José Esteban Solís y asegurándole la propiedad de su invención. La propiedad fue otorgada por diez años, al cabo de los cuales después de haber gozado de los derechos de inventor y de haber promocionado a gran número de haciendas la "Máquina Solís", la Legislatura del Estado expidió un decreto el año de 1868, adjudicando al mismo D. José Esteban Solís el premio de dos mil pesos por la invención de la máquina. Al publicarse este decreto, D. Manuel Cecilio Villamor ocurrió a la Legislatura pidiéndole que suspendiera los efectos del mismo hasta que se aclarara a quién pertenecía el premio. La legislatura declaró sin lugar la solicitud de Villamor por no haber expuesto una sola razón en que pudiera fundarse. Declaró también que al otorgar el premio a Solís, lo había hecho en vista de que el público tenía ya resuelta la cuestión en su favor, por ser de este inventor la máquina que ha servido tanto tiempo en las haciendas, y por haber disfrutado del privilegio de diez años que se le había concedido. Despechado Villamor con la resolución de la Legislatura, demandó a Solís ante los Tribunales por la cantidad de diez mil pesos, en cobro de perjuicios causados por haberle usurpado la máquina de su invención. Esta demanda la promovió Villamor a los trece años de haberse otorgado a Solís la propiedad de su invención y tres años después de haberse extinguido el derecho de éste al privilegio que gozó durante diez años, es decir, cuando la máquina ya pertenecía al dominio público. [...] Esta sentencia causó ejecutoría, como cosa juzgada, y conforme a la Ley debe ser considerada como la verdad legal, aun cuando no sea, como en este caso, la verdad moral. Esta vez, como otras muchas, la Opinión Pública fue la que dictó su fallo [...].

2 comentarios:

  1. ¡Joed! No sabía que tenías un blog. Tiene muy buen contenido, me da mucho gusto haberlo encontrado. Recuerdo que ya hace 4 años me convenciste de estudiar Historia. Muchas gracias y muchos saludos.

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    1. ¡Hola Jorge! Hace tiempo que no sé de ti. Espero que estés teniendo una experiencia más que alentadora en el mundo de la historia. Gracias por leer este blog, que es el primero que tuve, hace un par de años me mudé de plataforma. Te dejo el link por si deseas visitar el nuevo blog: https://elgalloalgebraico.wordpress.com/

      Ojalá podamos platicar pronto. Un saludo. Gracias por leer el blog.

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