Tesoros
de la Biblioteca Virtual de Yucatán No. 42
Joed
Peña Alcocer, en PorEsto!, 11 de mayo
de 2012.
El henequén dio al
estado riquezas como nunca antes, dejó una estela de nuevos monumentos,
encumbró a familias a los más altos estrados de la política y también propició
la desigualdad, la explotación y la esclavitud en algunas haciendas. A la par
de todo lo anterior, dejó para los anales de nuestra historia una de las
disputas más agrias por la propiedad de una máquina, de un invento. Por muchos
años José Esteban Solís y Manuel Cecilio Villamor se disputaron el título de
inventores de la máquina de raspar henequén, dejando quejas en los tribunales y
desplegados en la prensa. Esta lucha no era únicamente por la fama, sino que
tenía tras de sí la búsqueda de los derechos de un artefacto que podía dar
grandes beneficios económicos, de ahí que Villamor deseara que le fueran
reconocidos sus derechos de inventor por sobre Solís. Sin embargo, el invento
de José Esteban fue el que probó en las fincas su correcto desempeño, mientras
que el de su contrincante sólo significó una desilusión al momento de ponerlo a
funcionar. No obstante, fue Manuel Cecilio quien ganó el título de inventor.
Dejamos al lector un fragmento del escrito de Gonzalo Cámara Zavala sobre tan
singular pleito.
-Gonzalo Cámara Zavala. Reseña histórica de la industria henequenera de Yucatán. Mérida, Imprenta Oriente, 1936. Biblioteca Crescencio Carrillo y Ancona, Centro de Apoyo a la Investigación Histórica de Yucatán.
El mayor obstáculo
que se ofrecía al desarrollo de la industria era la falta de la máquina
raspadora. Y esto llegó a ser para los yucatecos una obsesión. La legislatura
del Estado decretó un premio de dos mil pesos para el que inventara la máquina.
Un ingeniero mecánico alemán, el Sr. Luis Koch, dijo haber inventado una que
producía 40 arrobas diarias de filamento; pero que cada máquina valdría los dos
mil pesos y que como premio se le dieran diez mil pesos. Se forjaron muchas
ilusiones sobre el brillante resultado ofrecido; pero el ingeniero alemán
fracasó, como habían fracasado todos los extranjeros que se habían ocupado en
el asunto. En los Estados Unidos se había declarado que la máquina que se
pretendía era un imposible. Los yucatecos no lo creyeron así porque diariamente
palpaban la necesidad de ella, y tenían fe en que más o menos tarde se llegaría
a conseguir el ideal acariciado. También fracasaron muchos yucatecos: Ramírez,
Millet, Juanes Patrulló, Canto Sosaya, Espinosa Rendón, Solís (José Eleuterio),
Villamor (Florentino), Meric y otros que al fin abandonaron sus proyectos.
Únicamente insistieron dos incansables luchadores: D. Manuel Cecilio Villamor y
D. José Esteban Solís. El Presidente de la República, D. Antonio López de Santa
Anna, declaró a Villamor inventor de una máquina de raspar henequén y le
aseguró la propiedad d su invención. Para explotarla se formó una sociedad de
los distinguidos yucatecos: D. Miguel Barcachano, D. Juan Miguel Castro, D.
Ignacio Quijano y D. Pedro Crámery. Llegó a construirse la máquina y parece que
al principio se creyó que podría dar resultado; pero pronto se desengañaron
porque las dificultades que se presentaron en el trabajo no pudieron vencerse.
Entró el desaliento, el desacuerdo entre socios, y la máquina abandonada
definitivamente fue desarmada y vendida aisladamente en piezas. El Gobierno de
Yucatán, a cargo de D. Santiago Méndez, expidió un decreto el año de 1857, tres
años después del que favoreció al Sr. Villamor, declarando también inventor a
D. José Esteban Solís y asegurándole la propiedad de su invención. La propiedad
fue otorgada por diez años, al cabo de los cuales después de haber gozado de
los derechos de inventor y de haber promocionado a gran número de haciendas la
"Máquina Solís", la Legislatura del Estado expidió un decreto el año
de 1868, adjudicando al mismo D. José Esteban Solís el premio de dos mil pesos
por la invención de la máquina. Al publicarse este decreto, D. Manuel Cecilio
Villamor ocurrió a la Legislatura pidiéndole que suspendiera los efectos del
mismo hasta que se aclarara a quién pertenecía el premio. La legislatura declaró
sin lugar la solicitud de Villamor por no haber expuesto una sola razón en que
pudiera fundarse. Declaró también que al otorgar el premio a Solís, lo había
hecho en vista de que el público tenía ya resuelta la cuestión en su favor, por
ser de este inventor la máquina que ha servido tanto tiempo en las haciendas, y
por haber disfrutado del privilegio de diez años que se le había concedido.
Despechado Villamor con la resolución de la Legislatura, demandó a Solís ante
los Tribunales por la cantidad de diez mil pesos, en cobro de perjuicios
causados por haberle usurpado la máquina de su invención. Esta demanda la
promovió Villamor a los trece años de haberse otorgado a Solís la propiedad de
su invención y tres años después de haberse extinguido el derecho de éste al
privilegio que gozó durante diez años, es decir, cuando la máquina ya
pertenecía al dominio público. [...] Esta sentencia causó ejecutoría, como cosa
juzgada, y conforme a la Ley debe ser considerada como la verdad legal, aun
cuando no sea, como en este caso, la verdad moral. Esta vez, como otras muchas,
la Opinión Pública fue la que dictó su fallo [...].
¡Joed! No sabía que tenías un blog. Tiene muy buen contenido, me da mucho gusto haberlo encontrado. Recuerdo que ya hace 4 años me convenciste de estudiar Historia. Muchas gracias y muchos saludos.
ResponderEliminar¡Hola Jorge! Hace tiempo que no sé de ti. Espero que estés teniendo una experiencia más que alentadora en el mundo de la historia. Gracias por leer este blog, que es el primero que tuve, hace un par de años me mudé de plataforma. Te dejo el link por si deseas visitar el nuevo blog: https://elgalloalgebraico.wordpress.com/
EliminarOjalá podamos platicar pronto. Un saludo. Gracias por leer el blog.