sábado, 9 de junio de 2012

Saberes médicos del siglo XVIII

Tesoros de la BVY No. 37

Joed A. Peña Alcocer, en PorEsto!, 27 de abril de 2012.


La tradición herbolaria indígena se constituye de una impresionante gama de conocimientos, muchos de ellos originados durante siglos de práctica tradicional y observación de la naturaleza. No resulta extraño que, poco después de la llegada de los españoles y su contacto con los pobladores originarios del territorio al que actualmente llamamos México, se procurara trasportar las plantas más útiles a la metrópoli hispana. Los saberes herbolarios indígenas causaron asombro a los europeos.



Ya avanzado el proceso de contacto, resultó evidente la apropiación de conocimientos de todo tipo: los indígenas abrevaron de los saberes europeos y viceversa. El Libro de medicinas, muy seguro, para curar varias dolencias..., escrito a mediados del siglo xviii, refleja la unión de conocimientos, ya que en él lo mismo encontramos remedios elaborados con elementos de la región que con ingredientes de origen europeo. Dejamos al lector un fragmento del libro manuscrito de remedios médicos, donde se muestra el valor de la sabiduría herbolaria maya. La ortografía se ha corregido y actualizado, se desataron las abreviaturas y se señalan, entre corchetes, los espacios donde se ha perdido parte del documento o los agregados nuestros








"Libro de medicinas, muy seguro para curar varias dolencias con yerbas muy experimentadas y provechosas de esta provincia de Yucatán", 1751. Fondo Reservado del Centro de Apoyo a la Investigación Histórica de Yucatán.









Para curar cámaras [deposiciones, diarrea]comunes



Las cáscaras de la raíz del guayabo pichi y los cogollos tiernos del anono, op, tostados y molidos en polvo, son bue[nos] y se echan en chocolate, atole, o lo que quisiere. Moler incienso y tomar la cantidad de una avellana, e incorporado con miel (raspado antes el cogote) al paciente untárselos; o untarle dicho cogote con miel, y echar los polvos de incienso encima espolvoreados, y amarrarle con un paño bien apretado es gran remedio. Hacer cocimiento en agua de cortezas de chacahxuchil, y xuchipati molido, y echado en dicha agua beberla así sola, o en chocolate (caliente) es remedio de cámaras comunes que suelen matar. Las cáscaras del árbol llamado kokobche (digo, las cáscaras de su maíz) hechas en polvo, tomar dicho polvo en chocolate o atole, al acostarse a dormir de noche es admirable remedio.



Para curar cámaras de corrupción



Las cámaras de corrupción son de color amarillo. Molidas las hojas de xkanchikinche que es bejuco con hojas coloradas juntamente en el yaxkanan desleídas en agua dársela a beber al paciente; y untarle con su zumo puro las verijas y caderas; y se pue[de] [re]cibir en ayudas. Estiércol de perro hecho polv[os] cernidos y dados a beber en vino, estanca las cá[maras] de corrupción en general.



Para curar cámaras de sangre



El zumo de la yerba xpakumpak mezclado con el zumo de la del xanabmucuy, y bebido es eficaz. Un puño de flores de xuchil-zabacnicte molido y bebido las estanca. Las hojas del almastigo chacah y su fruta cocido todo junto con un grano de sal, beber el agua. El frijol negro ekbuul con tux, pepitas de algodón, molido en polvo, partes iguales, echándolo en un huevo soasado en lugar de sal, porción bastante; e incorporado con dicho huevo, beberlo, o en atole, cierra las ventanas de las cámaras de sangre, que proceden de frialdad. La cantidad de pólvora que cabe sobre un real de plata y echarla y revolverla dentro de un huevo, y bébalo el paciente; uno por la mañana, y otro a la tarde, y el tercero a a la noche: esta diligencia hará por espacio de tres días, sana, o reprime las cámaras de sangre. Una naranja entera con su agrio, pepitas, y cáscara, según se baja del árbol; bien molida sacarle el zumo, y puesto a serenar, bébalo el paciente por la mañana; hágalo tres mañanas. La cascara del cacau, tostado, molido y revuelto dentro de una cucharada de liquidámbar, quita las cámaras así de frío como de calor. La yerba llamada zizal que es como campinas de agua, y se cría en lugares húmedos cocida en agua, bébala el paciente. El za[...]cnicte molidas las hojas echarlas en una taza de [...] y después echarle cuatro o cinco rebanadas de [...] de trigo tostado, y puesto al sereno a la noche [...] cuatro de la mañana coma el pan, y beba el [...] es eficaz remedio. Una naranja media madura acabada de bajar del árbol, molida toda según se baja con un poco de chile y desleída en agua beberla tibia. El zumo de xanabmucuy molido antes, sin gota de agua y bebido es bueno; y cocidas sus hojas del agua echarse unas ayudas. Las hojas de kaxabyuc (lo blanco) molidas con un poco de pimienta de tabasco, y desleídas en un poco de agua, se beberá; y el bejuquillo cocido se beberá el agua continuamente hasta sanar; y el kaxabyuc colorado tiene la misma virtud. Cocer cal viva en un azumbre de agua, hasta q[ue] merme la mitad; y bebida es buena para d[ic]has cámaras. El sebo de chivato cocido, y puesto en el ombligo, es cura. La escoria del hierro molida y cernida, darle un hervor con medio cuarto de leche de cabras negras. El sumo de la yerba nemax, dado a beber en atole, o lo q[ue] pudiere; y puesta como emplasto sus hojas sobre las verijas, sanarán. El sumo de las hojas del anono, op, bebido; y sus hojitas, o cogollitos puestos sobre las verijas, y barriga sanará. Las cáscaras del kanchacche, raspadas y dadas a beber, sanará; críase esta yerba en partes pedregosas. El xanabmucuy molido y bebido. El tandzumun, el xkantunbub, y guayabas secas molidas y bebidas son remedios. Un huevo fresco, pues[rotura] una ollita con cantidad de vinagre que lo cubra [cocer]lo hasta que merme el vinagre y darlo a comer.





viernes, 8 de junio de 2012

Los libros que hemos leído




Todos aquellos que hemos leído y, por lo tanto, comentado nuestras lecturas, debemos reconocer que nuestro “ego lector” muchas veces nos lleva a traicionar la verdad, nos trasformamos en comentaristas de libros nunca finalizados y, en peores casos, incluso de aquellos que nunca hemos siquiera tocado.

Causa desconcierto que, muchas más de las veces que nos gusta reconocer, no nos acordamos de aquello que hemos leído con “dedicación”. Los anteriores y otros más sucesos derivados del placer de leer nos hablan de dos cosas muy importantes.

La primera: siempre desearemos leer mucho más de aquello que hemos leído al día de hoy. El temor a no leer lo indispensable –o aquello que creemos indispensable- nos hace mentirosos muchas veces.

La segunda: la cantidad de libros, revistas, artículos, reportajes y demás textos es abrumadora, nunca leeremos todo lo que queremos, mucho menos lo que debemos, y siempre, de manera inexorable olvidaremos mucho más de lo que nos gustaría.

Podría salir una tercera, pero espero ustedes completen la lista.

En resumidas cuentas, el acto de leer nos hace ser, pensar, hacer y decir muchas cosas, en ocasiones barbaridades, pero es mejor así.

La siguiente ilustración, tomada de la edición del mes de Abril de 2012 de Letras Libres, nos ejemplifica claramente el estado de “El librero mental”, tal es el título de la gráfica autoría de Eduardo Salles.

 
"El librero mental" de Eduardo Salles.

viernes, 11 de mayo de 2012

La colonia del maestro

Entrega 16 de los Tesoros de la Biblioteca Virtual de Yucatán:


Joed A. Peña Alcocer. "La colonia del maestro" en PorEsto!, 5 de marzo de 2012.

En la mayoría de los casos el legado porfiriano fue aplastado por la Revolución, causando la emigra­ción de diversos funcionarios de los gobiernos porfiristas al extranjero. Por su parte, los intelectuales de finales del siglo xix y principios del xx debieron encontrar la forma de continuar con su labor. algunos de ellos fueron censurados por los nuevos gobiernos, como en el caso de Rafael de Zayas (cronista de la visita de Porfirio Díaz a Yucatán), quien fue duramente criticado en 1923 en las pági­nas de la revista Tierra por oponerse a la regulación de la natalidad.

José I. Novelo fue un poeta reconocido desde su juventud. Llegó a ser director del Instituto Literario y diputado. Además de su vasta producción literaria, dejó en El problema de la instrucción en Yucatán y Yucatán 1904-1906 dos importantes obras para el estudio de la historia yucateca; sin embargo, después del régimen porfiriano, la figura del poeta se perdió un tanto, llegando a sufrir incluso perse­cución. Con el afán de reconocer la trayectoria de este prominente vallisoletano, ofrecemos al lector la introducción que escribió a su folleto llamado Colonia del maestro, proyecto innovador que buscó brindar al magisterio yucateco mejores condiciones de vida.










José Inés Novelo. Colonia del maestro: bases constitutivas de su fundación. Mérida, Imprenta Oriente, 1931. Fondo Reser­vado, Centro de Apoyo a la Investigación Histórica de Yucatán











 
Preliminar

Esta Colonia del Maestro, cu­yas bases constitutivas se leerán en seguida, tiene de particular que será la primera Colonia del Maestro. No en los Estados Uni­dos de Norteamérica que cuenta con urbes colosales y babilóni­cas; ni en las grandes ciudades europeas que han sido y segui­rán siendo centros y núcleos de sabidurías nutricias y radiantes; ni en ninguno de los países de la América Latina en que hay metrópolis esplendorosas para su civilización, tiene precedente esta Colonia del Maestro. Colo­nias burguesas de gusto exquisi­to y dorada elegancia, hay mu­chas por dondequiera; colonias para obreros que son como las concreciones de las tendencias económicas igualitarias de este vigésimo siglo revolucionario, pletórico de innovaciones y re­novaciones, hay no pocos; colo­nias para diversos gremios, aun de los de más mediano relieve, existen y van surgiendo todos los días; pero no hay noticias de que en alguna parte de lo más prominente y culto de ambos hemisferios se hubiese fundado hasta hoy una colonia para el maestro de la escuela.

La causa estriba en que sigue siendo en todas partes el ejerci­cio magisterial, a pesar de su al­teza que lo coloca por encima de todas las demás funciones socia­les y cívicas, si no el menos esti­mado sí el más desproporcional­mente retribuido. Maestros de escuela hay que devengan por hora de trabajo algo menos de la mitad que por el mismo lapso, un coche de alquiler. De allí que el maestro de escuela no hubiese podido jamás organizarse para acometer empeños con finalidad utilitaria. De allí que sólo excep­cionalmente llegue a la decrepi­tud contando con un modesto albergue que pueda transmitir como patrimonio a sus descen­dientes, y que sea el obligado tributario de casero, muchas ve­ces implacable.

A remediar esta enorme injus­ticia tradicional, se encamina con fe el propósito de la funda­ción de una Colonia del Maes­tro, que será la casa del maestro, para el maestro y para los suyos, y que ensanchándose a través del tiempo podrá llegar a cons­tituir uno a modo de vivero de la intelectualidad yucateca, con ello su propio, con peculiar fiso­nomía.
Cabrá a ésta, por tanto títulos, muy ilustre ciudad emeritense, la gloria de ser primera entre los centros de cultura, en haberse generosamente preocupado por el porvenir de sus maestros y educadores.

¿Y por cuáles artes de magia, se hará el milagro de una obra que debe tener como sustenta­ción de dinero contante y sonan­te de que carecen los maestros de escuela?

Esto es lo que vamos a referir lacónicamente al curioso lector.

La idea de fundar esta colonia nació de breve plática que tuve sobre temas escolares con el jefe del Departamento de Educación Pública y su secretario, Dr. don Eduardo Urzaiz y Prof. don Da­vid Vivas R. Tratábase a la sazón de pedir a los profesores infor­maciones por demás laboriosas que no podían materialmente rendir sino tras muchas horas de trabajo extraordinario y durante muchos días. Fortuna, comenta­mos en coro, que estos señores maestros disfrutan de sueldos pingües. Y tras este comentario de la más dolorosa ironía, nos engolfamos en consideraciones sobre eso de la abnegación y del desinterés que en grado heroico caracteriza el verdadero educa­dor, el maestro vocacional, que no al que ve en el magisterio un medio para llegar a un fin, una estación de espera. Y, claro, to­camos no el tópico de su cons­tante desequilibrio económico, cuando es mozo y fuerte, sino sus angustias y preocupaciones cuando ya es veterano, peina canas, está cargado de familia, y mira congojado por delan­te en un triste ocaso próximo, el desamparo y la inopia y el abandono impiadoso y cruel. Y de esta plática nació la idea de una colonia para el maestro que le deparase un techo en qué gua­recerse, intocable, seguro, defi­nitivo, patrimonio suyo y de su familia... Y mis compañeros de plática me encomendaron la ar­dua labor, tan ardua que raya en lo paradójico, en lo inverisímil, en lo absurdo. ¿Cómo hacer sin dinero lo que sólo con el dinero puede hacerse...?

Esquicié los lineamientos ver­tebrales de la empresa que con sentido práctico, agudamente mercantil, tuvieron la fiereza de calificarnos no pocos amigos míos como de un poema más de los que llevo escritos desde las nubes, olvidando las de aquí abajo... Pero así y todo, firme en derechura, con mi proyecto, ya más retocado, al mismo gober­nador del estado... Y la entrevis­ta resultó de lo más edificante y confortador… El profesor Gar­cía Correa se mostró gallarda­mente un gobernador profesor. Cantó un aleluya en el fondo de mi espíritu. Habrá colonia, pen­sé alborozado [...].