La Guerra de Castas de Yucatán asoló
un considerable número de poblaciones, así lo consigna Apolinar García y García
en su Historia de la guerra de castas,
causando el olvido de muchas de ellas que, de manera irremediable, fueron
arropadas por los montes, una de ellas es Mopila.
Serapio Baqueiro en su Ensayo histórico de las revoluciones de
Yucatán narra detalladamente la batalla entre las fuerzas del gobierno y
los indígenas sublevados en la plaza del pueblo, misma que culminó en el
incendio de la iglesia, condenando así al otrora pueblo maicero a pervivir como
ruina y desolación. La memoria y la historia oral se encargaron de reconstruir
los muros caídos, entretejieron historias que dotaron a Mopila de mito y
leyenda, he aquí una de ellas contada por la paciente abuela a su nieto:
Acércate al fogón. Te digo para que
sepas, cuando el viento chifla, a alguien le está contando una historia, puede
ser al campesino en la milpa, a la mestiza que prepara tortilla en el comal,
¡pero cuídate que tú no estás listo para oír al viento!
Cerca de aquí, de Yaxcabá, están las
ruinas de un pueblo que fue grande. Mi abuelo me decía, porque él lo conoció,
que era pueblo de mayas y para llegar había que caminar cuatro leguas por
camino torcido y pedregoso. Si ahora lo caminaras te ampollas los pies, si ni
un elote puedes desgranar sin llorar.
Mopila es su nombre, algunos que
venían de fuera le decían Mopilá, que porque “así está en los documentos
antiguos”. Aquí todos le llamamos Mopila, ese es el nombre que de siempre ha
tenido, no se puede cambiar, así como no podemos cambiar la época de siembra.
Cuentan que era lugar de muchas
gentes, hombres, mujeres, niños y hasta abuelitos. Dicen algunos que de ahí
vinieron para fundar Yaxcabá, pero yo no lo creo. En los tiempos de la Guerra
de Castas, el lugar fue incendiado y toda semilla murió, la gente por temor a
la muerte corrió, el lugar desfalleció; pero la virgen que estaba en la iglesia
fue traída a Yaxcabá. Nunca se levantó Mopila, pero se siguió yendo ahí para
hacer milpas, se olvidaron de la iglesia, pero la virgen sabía esa era su casa.
Escucha bien, porque lo que te digo lo
están dejando de contar, los antiguos morimos y nos llevamos estas historias,
quiero que la conozcas, quiero que las cuentes ¿lo harás? Un campesino
regresaba de la milpa y, a mitad del camino, se encontró con una linda mujer
que iba rumbo a las milpas de Mopila, dicen que lo saludó y el sintió algo
extraño, pero no dijo nada cuando llegó a su casa. A las pocas horas los
habitantes del pueblo no encontraban en su lugar a la virgen de Yaxcabá, había
desaparecido, nadie vio quién se la llevó, nadie supo decir qué pasó.
Los hombres de milpa son los primeros
en ver todo, los primeros en saber, los primeros en buscar, por eso los que
vienen de Mérida siempre con ellos van a preguntar. La encontraron en su
antiguo nicho de Mopila, entendieron que la mujer del camino era la virgen que
regresaba a su casa. Desde eso cada año la virgen es llevada nuevamente a su
antigua casa, la gente se reúne, la llevan en hombros. Muchos así lo creen y
por eso lo hacen.
Veo tus ojos, quieres ir ¿verdad? Por
ahora no vayas, eres muy chico, además tu mamá no te dejará ir. Tu papá te
puede contar, el lugar es hogar de serpientes.
Todo el que quiera pisar la tierra de
Mopila se debe cuidar de las culebras, cascabeles suenan por todos lados,
¿quieres que te muerdan? Pues ve, anda, corre. Cerca de la iglesia, poco
después de las milpas, se encuentra una gruta, su interior es frío y húmedo,
nadie puede ver bien su interior, pero los campesinos bajan por el agua que está
ahí.
Cuando los animales se alejan, cuando
el venado corre al monte es porque ella se está acercando. Dentro del agua
está, de ahí sale la culebra. Hay una en cada cueva, esta es la de Mopila, ella
hace que vivan ahí muchas de sus hermanas pequeñas. Dicen que es gruesa como un
cedro, que abre su boca y los animales entran en ella para que coma, creo que
es un animal sagrado del monte, la gruta es de ella, cuida los tesoros que
dejaron. Cuando crezcas y puedas ir a Mopila no vayas solo, que te acompañen.
No se te ocurra faltarle el respeto al monte, no te burles y no verás a las
culebras porque ellas te dejarán caminar tranquilo. Todo esto que te cuento
sólo pasa aquí.
Tus ojos tienen algo, quieres ir pero
no será estos días, creo que muchas veces estarás ahí y los dueños del monte te
dejarán ver cosas nuevas. ¡Chamaco este, creo de acá a unos años el viento te
dirá cosas que a nadie ha dicho! Ven, ponte más cerca del fogón.
Publicado en Por Esto!, 9 de abril de 2013.
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