Los libros son una parte
fundamental del trabajo de todo investigador social, en el caso de los historiadores
lo son mucho más, son fuente indispensable y al mismo tiempo el medio de
difusión más usado por los del gremio de historiar. Los debates sobre el libro
no únicamente se refieren a los soportes o a los medios de edición, en el campo
de la historia los debates son mayores.
Los libros antiguos son objeto de
estudio histórico, en algunos casos la historia hecha sobre ellos versa sobre
las primeras ediciones o los autores. Desde hace unos meses Crónica de la eternidad de Duverger a
causado revuelo por atribuir a Cortés la autoría de Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, en
detrimento de Bernal Díaz del Castillo.
Es evidente que el libro no es únicamente
fuente de conocimiento, es también manzana de la discordia, en este caso la
discordia historiográfica.
No son pocos los historiadores
que han hecho historia de los libros o que se han esforzado por rescatar
ejemplares únicos o escasos resguardados en bibliotecas mexicanas, algunos de
ellos son, por ejemplo, El gallo
pitagórico, Un mexicano o el pecado
de Adán, Diario de nuestro viaje a
los Estados Unidos y el Canadá, México
a través de los siglos, La moral en
acción, Memorias del primer Congreso
pedagógico de Yucatán, por mencionar algunos.
Los historiadores y los libros
tienen una relación estrecha, la pluma escribe sobre ellos y genera una buena
cantidad de ellos. No podemos evitar pensar en el historiador como el romántico
del libro, el que lo busca por la experiencia de El Libro que se complementa
idóneamente con el oficio de la investigación, el que pugna por la no
desaparición de los formatos tradicionales y en ellos desea publicar. El libro
rondará al historiador y viceversa.
Pero en este punto es importante
que se reflexione sobre la necesidad de incorporar con mayor entusiasmo y
creciente interés el libro digital, no únicamente desde la perspectiva utilitaria
y sí como un medio de edición rápido, confiable, de menores costos y con
posibilidades de distribución mayor, si a ello agregamos las posibilidades de
la bibliotecología referidas a la administración de medios digitales puede ser
el historiador uno de los profesionales que mayor partido le saquen a este
nuevo tipo de publicaciones.
Los beneficios no se harán
esperar, muchos y más medios de lectura, almacenamiento en computadoras y
celulares inteligentes, tirajes ilimitados e incluso bibliotecas con una mejor organización
y acceso a la información.
Uno de los problemas que el
historiador tiene con algunos formatos de libro electrónico es la citación,
pero este escollo en el uso de estos documentos puede ser subsanado siempre y
cuando los profesionales de la historia tomen parte de los procesos de edición,
ayudando así al mejoramiento de los medios de publicación electrónicos. En el
día del libro hay que buscar más opciones.