lunes, 16 de abril de 2012

Revolución y educación en Redención, novela de Prudencio Patrón Peniche



Joed Amílcar Peña Alcocer, El Mensajero Escolar, Marzo de 2012.


Las luces de la Revolución Mexicana siempre fulgurantes, las más de las veces en el discurso oficial, iluminaron en la medida de lo posible todos los espacios donde la ciudadanía se desenvolvía. Era imprescindible, después de años de lucha y devastación, que las oscuras poblaciones y los rostros llenos de pesar recuperaran algo de la tranquilidad de antaño.

La reconstrucción del país y la unificación nacional fueron objetivos primordiales, los medios para conseguir el objetivo fueron de diversa índole, pero el mayor de ellos siempre fue la educación. El magisterio mexicano fue prontamente incluido en el proyecto revolucionario, el compromiso social del profesor salió prontamente a relucir. Era evidente que la Revolución trajo consigo una nueva interpretación de la educación, que a partir de 1910 fue concebida como un medio de emancipación.

La liberación del estudiante, del futuro ciudadano, fue eje central de la labor, prueba de ello se encuentran en las nuevas propuestas educativas, como por ejemplo la educación racionalista. En Yucatán algunos los profesores dedicaron tiempo, a la par de la enseñanza, a la escritura de poemas, ensayos e incluso novelas. Uno de ellos fue el destacado profesor espiteño Prudencio Patrón Peniche.

El profesor Prudencio Patrón lo mismo disertaba sobre temas educativos que sobre la historia de Espita, pronunciaba un discurso sobre algún prócer yucateco con la misma elocuencia con que reseñaba la historia de la sociedad “Progreso y Recreo” y, se empeñaba en la correcta dirección del museo pedagógico de su población con el entusiasmo que lo llevó a escribir novela o comedia.

En el año de 1962 sale de la imprenta Redención. Novela de carácter social, trabajo que muestra, de manera clara y precisa, la perspectiva que los profesores comprometidos con la Revolución tenían sobre su labor. La novela cuenta la historia de amistad entre el joven hijo de un hacendado y una niña indígena, quienes terminarían separados por la maldad del padre del primero. La novela refleja los contrastes y dificultades que conllevó la apertura de escuelas en haciendas y fincas. El discurso sobre las cualidades emancipadoras de la educación fue una constante en las décadas subsiguientes a 1910, Redención es un ejemplo de ello, el autor pone en labios de una joven maestra que llega a la hacienda un discurso muy elocuente sobre el pensamiento revolucionario y la educación, del cual cito una parte:

“ustedes habrán escuchado hablar de la revolución: En principio, una revolución es un cambio de principios, de reglas de coexistencia de pueblos, de modo siempre brusco y demoledor. Por lo general, cuando un gobierno es injusto, es despótico, y no atiende a las necesidades primordiales de sus gobernados, y burla sus derechos naturales, como el de la libertad física y la libertad de expresión y de vivir como más le acomode, el pueblo se amotina, casi siempre con las armas en la mano, y se hace respetar. En cambio, si el mejoramiento social se realiza gradual y pacíficamente, se dice que ocurre una evolución. Es decir, la revolución es una evolución con una erre antes, fonema particular e guerra, de derrumbe, de arrojo, de ruido…

Sí, y la Revolución en nuestra patria ha triunfado y se ha constituido en gobierno, en gobierno revolucionario. Por eso investiga y estudia las necesidades de las gentes, en particular las de escasos recursos como ustedes, para resolverlas o ayudar a resolverlas.

Se ha enterado, por ejemplo, no precisamente enterado porque fue uno de los motivos de la Revolución, del estado penoso del campesino maya, víctima siempre de la explotación de los capitalistas; materia de extorciones y de vejaciones de los “amos” (esa palabra es en sí negación de derechos, símbolo de esclavitud) y acude diligente y eficaz a resolver el primer lugar el problema del trabajo.

Y como la causa fundamental de la esclavitud es la ignorancia en que intencionalmente los han tenido esos “amos”, ha ordenado la creación de escuelas rurales en todas las haciendas. Así es como he venido aquí, en esta finca que, como las demás de nuestro estado, o casi todas las demás, ha sido, en realidad, una cueva de ladrones y bandidos.

Trabajará mi escuela en tres turnos: en la mañana para niños y niñas; en la tarde para mujeres adultas y, en la noche, para ustedes, los sirvientes, los trabajadores mejor dicho. Vengan, pues, y digan a todos que asistan para que lleguen a leer y a escribir, y puedan ilustrarse, y sepan sus derechos y sus obligaciones. Entonces, llegarán a ser iguales a esos que se llaman blancos, los dzules. Pero una igualdad bien entendida, dentro de las prescripciones de la Ley que será garantía para los pobres y no patente de impunidad para los ricos.”
Las novelas que eligieron como tema los convulsos movimientos de la década de 1910, especialmente si eran escritas por profesores, daban a la educación una gran importancia en el proyecto de la Revolución. Si bien se puede cuestionar la originalidad de la educación posterior al Porfiriato e incluso sus alcances, lo que es innegable e incuestionable fue que el magisterio renovó su compromiso social y procuró realmente ofrecer una educación revolucionaria.

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