lunes, 2 de agosto de 2010

Que cosas...

La disciplina de la historia ha sido la más cuestionada, la que levanta más dudas, e incluso la más difícil en justificar como una práctica válida. Sin importar lo anterior, la historia se ha justificado como ciencia. Una ciencia diferente, que no obedece a universalidades y encuentra su riqueza en las constantes contradicciones de los fenómenos y que se hace compleja por el constante cambio humano. Una de las practicas más difíciles del ser humano sin duda alguna es la historia.
Pero en nuestro medio, en nuestro Yucatán, ¿Cuál es la justificación que hemos dado a nuestro trabajo como historiadores? Todos los estudiantes debemos definir la historia, pero no de manera simplista o de diccionario, debe ser una nacida del acercamiento al quehacer del historiador. Debemos hacer una reflexión de historiadores.
Mucho más importante se torna la cuestión si recordamos que las últimas semanas se han constituido como unas de las más agitadas en torno al debate sobre el monumento a los Montejo. El problema de esta discusión es la marcada tendencia de todos en dar una opinión sobre un tema que está relacionado de manera directa con la labor del historiador. Esa labor es a lo sumo, entender las relaciones del pasado con el presente, en otras palabras, es el historiador el más apto para cuestionar la existencia o la no existencia de determinados elementos que constituyen o representan la que debe ser llamada memoria de una población.
Y en este último punto, todos han fallado, Margarita Rubio habla de reconocer una paternidad española, Russell R. Vallejo habla del mestizaje y del ser maya en un 97%. Ambos son discursos poco equilibrados, nacidos de una reflexión que deja de lado los tiempos históricos, el desarrollo de los procesos y que más que todo se encuentran dentro de un marco de ideologías políticas claramente identificadas. La labor del historiador de definir que es la historia, cual es su función y la necesidad que hay de ella se torna mucho muy necesaria en momentos como este en el que son pocos los que tienen una visión realmente histórica.
Dejar el trabajo crítico en manos de personas que no poseen objetividad, que se guían por impulsos y no por reflexión es un error que se ha cometido de manera constante. En vez de satirizar los comentarios tan fuera de lugar que la prensa presenta sería mejor encontrar un espacio de difusión de la nueva practica histórica, de la realidad de ser de la historia y que todo ocupe su lugar. No podemos esperar nos tomen en serio si nosotros no asumimos nuestro papel.
Somos historiadores.

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