lunes, 13 de junio de 2011

Ecos del presbiterianismo decimonónico

La Iglesia Presbiteriana Mexicana vio en el siglo XIX, principalmente en las últimas décadas, el momento ideal para procurar un mayor desarrollo y propagación de sus bases fundamentales de fe.

La iglesia católica desde prácticamente su fundación desarrolló sistemas de congregación que respondían a las particularidades de sus feligreses, ya sean sociedades de señoritas, damas de la caridad o gremios de sectores diversos de trabajadores. Evidente es, que todo ello era de manera libre y pública, no así con las iglesias de corte protestante, las cuales vivían de manera muy discreta, por no decir oculta.

La iglesia no católica afronto la censura, reflejada en notas de periódico que advertían sobre las lecturas prohibidas que deben entenderse como lecturas protestantes. Claro está que el clero no se quedo atrás, ejemplo de ello son las cartas pastorales, circulares y comentarios de Crescencio Carrillo y Ancona, obispo de Yucatán respecto de los protestantes, un ejemplo es la Orden Circular en Contra de la Propaganda Protestante publicada en 1885.



La incursión de población extranjera al país fue favorecida por el régimen de Díaz, lo que facilitó la entrada de misioneros de los Estados Unidos, quienes iniciaron su labor de conversión. Los efectos de dicha campaña de conquista de almas se notan positivos al encontrarnos con un documento que evidencia un cambio en el culto, principalmente en la forma de asociación, nos referimos al Reglamento de la Sociedad de Jóvenes para Esfuerzos Cristianos de la ciudad de Mérida, publicado en el año de 1894.




La reglamentación contenida en el folleto no difiere demasiado de los cánones de conducta moral exigida por la sociedad decimonónica en general. Lo importante del documento mencionado es que nos enseña un culto que ya es público, reglamentado y sobre todo da cuenta de un proceso de organización de una iglesia en ciernes. Utilizando un método de agrupación por afinidades de edad o sexo se da un impulso diferente y más conocido a la actividad de adoración religiosa.

No debemos pasar por alto que dicho cambio ocurrió y fue más evidente en la ciudad, mientras que en los pueblos del interior de Yucatán aun tenían mucho reparo en aceptar a los feligreses protestantes. A principios de siglo XX se registraron ataques en contra de feligreses e iglesias no católicas en comunidades orientales como Chankom y Yaxcabá, demostrando que las comunidades religiosas diferentes al catolicismo eran una ínfima cantidad.

En la siguiente nota ahondaremos en el contenido del reglamento.

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