Al entrar a mi cuarto me satisface ver mis libros, pequeños o grandes, nuevos o viejos, ahí están para ser usados en trabajos, para abrir nuevas perspectivas de investigación y sobre todo para entretener, para aprender de ellos. Cada mes algo nuevo se posa en los libreros o en la mesa. Cada semana un libro pasa a la mochila para ser la lectura de los camiones y junto con él uno más, el de la lectura de la tesis. Algunos me han llamado enfermo por comprarlos y otros acaparador, pero lo cierto es que, me gusta leer, me gusta ser un joven historiador y todo va de la mano. Ahora una breve reflexión sobre mis libros y un párrafo de agradecimiento a todos los que los que han contribuido a formarme como lector e historiador.
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Todos hemos tenido un libro en las manos que nos hace sentir bien, ya sea por su rareza, lo interesante que es o incluso por estético Múltiples oportunidades he tenido de experimentar algo de lo anterior, por la misma causa he procurado tener esos libros en mi biblioteca, aunque debo reconocer que en muchos casos no los obtendré. Pero la búsqueda de libros siempre deja gratos recuerdos.
Una ocasión, en una venta de libros en la facultad, revisaba algunos tomos de Historia de la literatura en Yucatán y me aventuré a comentar a un maestro con quien me encontraba que quería la colección completa de aquellos libros, a lo que respondió: “no creo los consigas, porque Zamna nunca los terminó de editar y los de la edición de la universidad son muy difíciles de conseguir”. Existimos personas obstinadas, a las que no nos gusta el saber no podemos hacer, decir o tener algunas cosas, ese espíritu me hizo buscar y encontrar mis tomos de Historia de la literatura en una tienda de viejo. Conseguí 15 de los 18 tomos de la obra, y tan solo una semana después de aquel comentario.
De la experiencia anterior entendí que algo muy importante, al salir a cazar libros, es tener una visión aguda. En una de esas caminatas ,que no tienen más razón que el caminar, vi a lo lejos una de las tiendas de libros que frecuento y, desde una calle antes, noté en la parte de arriba de uno de los estantes un grupo de libros que me llamó la atención. Al acercarme confirmé que aun tengo buena vista. Lo que había visto e identificado como Yikal Maya Than, era efectivamente eso. Ni tardo ni perezoso ya las tenía en mis manos, mas de 14 años de la revista. Gran satisfacción saber que tengo una de las colecciones más completas de ésta publicación de la primera mitad del siglo XX. Solo un año me hace falta.
Sorpresas y encuentros inesperados, como la ocasión en la que me encontré con la revista Lux de los años 20, o la vez que buscando a José Inés Novelo me encontré con una primera edición de su libro de poemas llamado Gérmenes. Qué decir de los dos tomos de la edición de Memorias de un alférez de Eligio Ancona de principios de siglo o y así podría nombrar otros tantos libros que causan satisfacción, incluso he encontrado reglamentos de vialidad de 1920 y 1930, además de volantes e impresos de la Revolución en Yucatán que no he visto en algún archivo.
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Un breve momento de agradecimiento a todos los que me han ayudado a leer y buscar que leer. Primeramente a Dios por la vida, a mis papás que desde pequeño me compraron libros que aprendí a leer y disfrutar. Agradezco a mi tío José Manuel me haya comprado mi libro mágico, para aprender a leer en una semana. A mi hermanita por soportar mis pláticas y pláticas de libros, temas y autores, así como por los libros regalados. Gracias a los amigos de la facultad que siempre están listos para hablar de libros e historia y también a aquellos que por su conocimiento me hacen ver que aun me falta mucho por aprender y leer. Gracias a los congresos que me han permitido acercarme a una nueva producción académica y a los amigos ganados en ellos que me han obsequiado libros y libros.
A todos gracias por ayudar a que mi pequeña biblioteca día a día crezca un poco más.