martes, 26 de marzo de 2013

El valor de innovar y la utilidad de servir



La Educación Revolucionaria, propuesta y concepto de Paulo Freire, sintetiza en mucho los más altos valores que deben tener el proceso de enseñanza y quienes a ella se dedican. El enseñar con base en la realidad del estudiante, el lograr crear una relación estrecha entre el nuevo conocimiento y la realidad inmediata será siempre uno de los ideales de la pedagogía.

La Revolución mexicana tuvo en Yucatán un espacio idóneo para su desarrollo, en múltiples ocasiones se ha dicho que los efectos del movimiento iniciado en 1910 se instalaron en el terreno de las ideas, mucho de cierto hay en ello. La educación prontamente fue revolucionada, las escuelas rurales hicieron su aparición en la década de 1910, en la década siguiente José de la Luz Mena impulsó la educación Racionalista; ambos hechos hablan por sí solos.

Muchos de los profesores de las décadas de 1930-1940 conservaron el espíritu revolucionario de la innovación, uno de ellos fue Aristeo Vázquez Delgado, ameritado profesor que, gracias a sus múltiples virtudes pedagógicas y artísticas, logró hacer de la enseñanza que impartía una fiel representante de los ideales de la Educación Revolucionaria.

Los textos del profesor Vázquez fueron de variada temática, en el año de 1935 publicó Dramatizaciones Escolares para teatros al aire libre, en una de las dramatizaciones nos presenta un diálogo entre la Escuela Antigua y la Escuela Moderna, su lectura nos hace encontrarnos con el ideal pedagógico del profesor Aristeo Vázquez: libertad de las ideas, la búsqueda de una pedagogía moderna, inculcar el respeto y sobre todo el derribar el polvoroso lema de “la letra con sangre entra”.
Un buen maestro no tiene como objetivo último el depositar conocimiento, orienta su labor para hacer del conocimiento reflexión y acción. Años después, continuando con sus deseos de mejorar la enseñanza yucateca, el maestro Aristeo redacta un texto titulado Método ideo-visual, global o natural que serviría de apoyo para la enseñanza de la lecto-escritura. Los maestros que tuvieron la oportunidad de leer el texto no dudaron de sus méritos, desgraciadamente no pudo ser impreso.

Pasadas las décadas el legado de Aristeo Vázquez Delgado ahora es más visible. Su propuesta de Método ideo-visual ha visto la luz gracias a los esfuerzos de la Casa de la Historia de la Educación en Yucatán, dándonos una cuidada primera edición del libro antes mencionado.



El texto sorprende por su vigencia, entendamos ésta no únicamente como una cualidad del texto para amoldarse a las prácticas pedagógicas de hoy, el pensar en ello es limitar su alcance. La importancia y actualidad del método ideo-visual se acrecienta al percatarnos que la lectura y su enseñanza consumen muchas horas en las aulas de clase, es tema inagotable de múltiples ensayos académicos y objeto de crítica en diversos foros. Es pues, el texto del profesor Vázquez Delgado, un nuevo elemento que nos ayuda a comprender el proceso de la lecto-escritura poniendo a prueba a los innovadores de nuestros días, ya que algunos de los conceptos que se vislumbran en su libro bien se amoldan a las propuestas de las competencias lectoras y similares.

La labor de Aristeo Vázquez Delgado representa el valor de la innovación pedagógica, aquella que busca hacer de los niños hombres de pensamiento libre y acción decidida, que ve en la escuela y la educación espacios de desarrollo de la cooperación y la conciencia social.

Tienen ahora los profesores yucatecos un nuevo texto, que basa su propuesta en nuestra realidad yucateca, una importante ayuda para la enseñanza en sus aulas y servirá como punto de comparación para dar justo valor a los sistemas y métodos que actualmente se usan. Un texto que no tiene desperdicio y debe ocupar un lugar especial en la biblioteca y lectura de todo maestro en formación, así como para los profesores en activo.

En este punto es importante reconocer la labor de La Casa de la Historia de la Educación en Yucatán que enseña la utilidad de servir. Desde su creación hace dos años se ha vuelto referente gracias a su producción editorial, a las múltiples conferencias y actividades que realiza, demostrando que la educación y su historia son elementos activos en el desarrollo de nuestra sociedad.

El magisterio yucateco, y toda la población en general, deben reconocer el valor que esta institución tiene al preservar y salvar del olvido la historia de la educación de nuestro estado. Sirva esto como llamado también a todos aquellos que de una u otra forma han dudado de la labor de esta institución, ya que es evidente que quedan sus “críticas” sin fundamente ante el empeño, profesionalismo y solidez académica de quienes forman parte de ella.

Trabajo arduo y decidido han realizado todos aquellos que forman y han formado parte de ella, esperemos que esta labor se mantenga por muchos años más y que constantemente sea el referente de la utilidad de servir.

jueves, 21 de marzo de 2013

Celebrar la labor de historiar


Nuestra entrada número 100 celebra la labor de historiar. Como una línea del tiempo nuestro blog en sus inicios es una fiel en mostrar los primeros esbozos de crítica y reflexión, los cambios son grandes, se notan a simple leída.

El tiempo, los amigos, las lecturas, los congresos, las conferencias, las presentaciones de libros y, sobre todo, el escribir han sido punto de partida para mejorar aquello que escribo. Del texto académico al texto de prensa, tales son las oportunidades que he podido experimentar en poco más de un año de escribir cada semana, en ocasiones sin descanso. Celebro el gusto de escribir, celebro el gusto de hacerlo junto a buenas amistas y buenos lectores.

Dejo ahora un texto sobre "La labor de historiar", publicado el 19 de marzo del 2013 en el periódico Por Esto! de Mérida, Yucatán.

La labor de historiar
Joed Amílcar Peña Alcocer

Los historiadores nos dedicamos al análisis del pasado remitiéndonos a las fuentes documentales contemporáneas a los sucesos investigados, la búsqueda de la certeza histórica constituye el resultado último del análisis y crítica de fuentes. Se trata de una labor compleja que escapa de la simpleza de recolectar fuentes o hacer una reseña más o menos extensa de un conjunto de manuscritos, impresos y testimonios orales. Es pensar la historia.

El hombre procurará siempre escapar del olvido, por lo tanto la labor de hacer memoria es inherente a la etapa de nuestro actual desarrollo social. En los últimos años negar la historia se ha vuelto redundante, dando paso a un ejercicio poco crítico de pensar y reflexionar nuestro pasado. "Revisionistas" y "desmitificadores" han salido al campo de la labor histórica para dar fin a los héroes, derribando al mismo tiempo los pilares de la construcción del conocimiento histórico: análisis, crítica, reflexión y, sobre todo, compromiso con la verdad. No una verdad construida en base a lo oficial, sino una que contempla todas las aristas de los complejos procesos históricos que van de lo factual, pasando por lo social y llegan a lo psicológico.

Posiblemente el sentir del pasado, que llama poderosamente a todo hombre, nos ha llevado a pensar en la facilidad de la historia, cuando no existe argumento más errado. La historia como disciplina es compleja, la historia como un saber social también lo es. Rodolfo Cortés del Moral hace unos años señaló, en su prologo a Reflexiones en torno a la historia de Luis Rionda Arreguín, que "pensar la historia significa transitar de la simple descripción de los hechos a la comprensión de sus sentidos y crisis". De manera atinada resumió el pensamiento sobre la historia de Rionda Arreguín en tres tesis: la historia es irreductible a determinaciones o causalidades simples; la objetividad del conocimiento histórico es el resultado de una dilatada historia en la que han participado diversos tipos de experiencia y de elaboraciones teóricas; al converger en la historia todas las experiencias humanas es la historia lugar natural de la condición humana.

Los tres puntos anteriores son una vía, no la única, para hacernos una idea de la labor del historiador. Queda claro entonces que el desmitificar o revisar no se trata del simple hecho de desmontar, es una compleja labor intelectual, filosófica y social que al día  de hoy es abordada por muy pocos con el profesionalismo debido. Armando Fuentes Aguirre, Francisco Martín Moreno o Macario Schettino son algunos ejemplos de una labor desmitificadora y revisionista que no hace caso de las tres premisas mencionadas anteriormente.

Es importante que no desviemos la mirada y neguemos que la lectura de la historia aumentó gracias a autores como los anteriores, aunque ello no represente la formación de una conciencia crítica sobre nuestro pasado. Los historiadores debemos regresar a la propuesta de Luis González y González quien, en su texto "La dosificación del saber histórico", nos ofrece propuestas para enseñar historia a niños, adolescentes, jóvenes, adultos y ancianos, en todos los casos la complejidad del proceso histórico está presente pero no por ello es incomprensible.

Luis González y González


González y González escribió que la historia tiene poca utilidad "para resolver los problemas de la niñez y la adolescencia, pero quizá mucha para desenredar los líos en que se meten lo adultos". Es decir, la historia es aprovechable en relación a la madurez del hombre y, también, por la madurez del escrito histórico, del compromiso de abordar el pasado para conocer todos sus sentidos y crisis.

Buscar en nuestro pasado es encontrarnos con las causas del presente, buscar las piezas que nos indican un futuro posible. Las historia se encuentra en el ceno de las sociedades que esperan de y al futuro, es una muestra de la confianza de los hombres en el porvenir. Por ello resultan absurdas las propuestas de "el fin de la historia", afirmarlo es reducir al hombre a un ser incapaz de ver más lejos del hoy. No gustará a muchos pero, una sociedad sin historia es síntoma de la desesperanza humana.

El historiador no es un profeta, aunque Jules Barbey d´Aurevilly les haya llamado profetas del pasado en 1851 y más recientemente Christopher Domínguez Michel, en todo caso es un ciudadano comprometido con el devenir de su pueblo. No es trabajo del historiador socavar la identidad de las sociedades, es explicarla, darle sentido al pasado y con ello ofrecer certeza de lo que somos. Las pocas palabras no bastan para hacernos una idea de lo complejo que es pensar en la historia y de ello nos damos cuenta al ver la complejidad humana.