domingo, 19 de junio de 2011

Ecos del presbiterianismo decimonónico II

Los primeros miembros de la Sociedad


El surgimiento de una Sociedad de Jóvenes para Esfuerzos Cristianos nos habla del avance en el proceso de asentamiento de religiones no católicas en el estado, al mismo tiempo que da pistas para seguir la manera por la cual las nuevas asociaciones religiosas pretendían regular sus actividades de adoración, la manera de organizarse y el ideal de miembro que se buscaba a ella perteneciera.

El reglamento de Esfuerzos Cristianos al que hacemos referencia corresponde a la sociedad juvenil presbiteriana fundada en la Ciudad de Mérida el 20 de Noviembre del año 1893 y que fue impreso en la Tipografía de Tomás Pérez Ponce en el año de 1894. La planeación de la nueva sociedad y su reglamentación fue realizada en un tiempo breve, tomando en cuenta la fecha de fundación y el año de publicación. Para la fecha la iglesia tenía un aproximado de 121 miembros activos.

Dicho folleto no da cuenta de la iglesia a la cual pertenecía la Sociedad de Jóvenes, pero sí da los nombres de aquellos hombres que la fundaron. Los socios fundadores fueron Alfonso Herrera, Pedro Romero y Juan Velázquez, quienes pudieron ser los primeros directivos de la organización. Como socios honorarios se menciona a Hubert W. Brown, Ramón Aznar, Charles C. Millar y Alonso Aznar. Dentro del rubro de los socios activos encontramos los nombres de Gordiano Ortiz, Rafael Pérez Valle, Teodomiro Vargas, José Sagundo, Teodoro Velázquez, Francisco Pérez, Isaac Peña, John Warner, Remigio Ortega y Felipe Zavala. Por último tenemos a Cayetano Amaro, Dionisio Amaro, Rafael Castro, Buenaventura Arce y Juan P Solís como socios asociados.




Consultando los nombres mencionados podemos notar que la fundación de la Sociedad tiene estrecha relación con la labor de los misioneros estadounidenses que llegaron al estado a finales del siglo XIX, concretamente nos referimos al Reverendo Hubert W. Brown quien llega en el año de 1893 y Charles C. Millar arribado en 1894. A la par de ellos llegaría Alfonso Herrera, quien extendería el culto presbiteriano a lugares como Campeche, Kanasin, Ticul y Muna. Las relaciones estrechas de la naciente iglesia con misioneros de los Estados unidos darían lugar a tildar a los miembros de dicha religión como extranjerizantes.

Una de las características de las iglesias protestantes es que encuentran en la familia el lugar idóneo para realizar su labor religiosa, es decir, las iglesias procuran realizar actividades proselitistas en las que se incluya a toda la familia y no únicamente a un miembro de ella. El listado de miembros nos señala el grado de penetración familiar de la religión protestante en Yucatán, como ejemplo tenemos a dos personas de apellido Pérez como socios honorarios, encontramos una relación entre un fundador y un socio activo, lo mismo en el caso de dos socios asociados que se iniciaban en el presbiterianismo. Hay que tomar ello con reserva, ya que nada indica fueran de las misma familia, aunque ello es lo más probable.

Para poder comprender la importancia del reglamento para el estudio del presbiterianismo en Yucatán es importante leerlo teniendo referencias de la historia presbiteriana en Yucatán, para tal efecto se recomienda la lectura el resumen siguiente: “Aspecto de Algunas Religiones en Yucatán. Iglesia Presbiteriana” en Boletín de la Escuela de Ciencias Antropológicas de la Universidad de Yucatán, Año 1, Número 3, Diciembre de 1973.

En la siguiente entrega escribiremos sobre los artículos que componen el reglamento de la sociedad.

miércoles, 15 de junio de 2011

A Roma supultada en sus ruinas. Con comentario

A Roma sepultada en sus ruinas
Francisco de Quevedo


Buscas en Roma a Roma, ¡oh, peregrino!,
y en Roma misma a Roma no la hallas;
cadáver son las que ostentó murallas,
y tumba de sí proprio el Aventino.

Yace donde reinaba el Palatino;
y limadas del tiempo, las medallas
más se muestran destrozo a las batallas
de las edades que blasón latino.

Sólo el Tibre quedó, cuya corriente,
si ciudad la regó, ya, sepoltura,
la llora con funesto son doliente.

¡Oh, Roma!, en tu grandeza, en tu hermosura,
huyó lo que era firme, y solamente
lo fugitivo permanece y dura.

.....................



Un paisaje de muerte, donde únicamente se encuentran la desolación y la nada. ¿Quién podría imaginar que la gran Roma se encontraría en ruinas?, ¿en qué mente cabría la idea de algún día poder ver a la ciudad eterna sumida en la desolación?
El que se aventuró, el que tuvo la visión fatídica fue Francisco de Quevedo, escritor del Siglo de Oro español, quien con su pluma delineó en papel e imaginación murallas postradas en el suelo y columnas doblegadas por un peso mayor al de ellas.


I


La utilización simbólica de las ruinas dentro de los cánones de la literatura barroca sirve para señalar la decadencia y desolación que toda gran estructura, empresa o ser pueden sufrir. Símbolo del paulatino paso del tiempo que todo modifica. Quevedo nunca presenció la caída de Roma, nunca vio colapsar los edificios, ¿Qué es entonces aquello que ha caído? ¿Cuál fue el temblor o el peligro que sacude a Roma? Para responder debemos ahondar en la estructura más grande de la ciudad, su estructura simbólica.

Francisco de Quevedo vivió en tiempos del ornato profuso, fueron tiempos del barroco, de contrarreforma. El movimiento de Reforma Protestante nace de la duda en la iglesia, se cuestionan las bases de la fe, se delibera sobre el actuar de aquellos que lideran la grey, se pone en duda el liderazgo romano.

El poeta ve en el movimiento de Reforma la gran hecatombe que amenaza con destruir todo aquello que era conocido, un cisma tan grande que lograría dejar una gran tumba. La preocupación de la iglesia ante el avance del protestantismo no era menor, la sociedad hispana y novohispana reaccionaría prontamente ante el asecho del gran cisma.

Se creó una visión hacia este movimiento de rechazo, que fue entendido como una amenaza para todo fiel creyente; entre los cuales Quevedo se contaba por lo que no podía pasar por alto el peligro que rondaba cerca de él.


II

Otra interpretación dada a la obra de Quevedo tiene al tiempo como principal actor. Usando esta línea de interpretación el poema nos habla del carácter efímero de todas las cosas. El papel de Roma como ejemplo de grandeza y falsa perpetuidad demuestra que el tiempo invisible e intangible puede hacer de la ciudad un recuerdo, dejando ver con ello lo finito que es el hombre. Únicamente lo fugitivo es lo que dura, el tiempo es fugaz, forma parte de la naturaleza, que es mostrada mediante las aguas que bañan los escombros de la ciudad.



lunes, 13 de junio de 2011

Ecos del presbiterianismo decimonónico

La Iglesia Presbiteriana Mexicana vio en el siglo XIX, principalmente en las últimas décadas, el momento ideal para procurar un mayor desarrollo y propagación de sus bases fundamentales de fe.

La iglesia católica desde prácticamente su fundación desarrolló sistemas de congregación que respondían a las particularidades de sus feligreses, ya sean sociedades de señoritas, damas de la caridad o gremios de sectores diversos de trabajadores. Evidente es, que todo ello era de manera libre y pública, no así con las iglesias de corte protestante, las cuales vivían de manera muy discreta, por no decir oculta.

La iglesia no católica afronto la censura, reflejada en notas de periódico que advertían sobre las lecturas prohibidas que deben entenderse como lecturas protestantes. Claro está que el clero no se quedo atrás, ejemplo de ello son las cartas pastorales, circulares y comentarios de Crescencio Carrillo y Ancona, obispo de Yucatán respecto de los protestantes, un ejemplo es la Orden Circular en Contra de la Propaganda Protestante publicada en 1885.



La incursión de población extranjera al país fue favorecida por el régimen de Díaz, lo que facilitó la entrada de misioneros de los Estados Unidos, quienes iniciaron su labor de conversión. Los efectos de dicha campaña de conquista de almas se notan positivos al encontrarnos con un documento que evidencia un cambio en el culto, principalmente en la forma de asociación, nos referimos al Reglamento de la Sociedad de Jóvenes para Esfuerzos Cristianos de la ciudad de Mérida, publicado en el año de 1894.




La reglamentación contenida en el folleto no difiere demasiado de los cánones de conducta moral exigida por la sociedad decimonónica en general. Lo importante del documento mencionado es que nos enseña un culto que ya es público, reglamentado y sobre todo da cuenta de un proceso de organización de una iglesia en ciernes. Utilizando un método de agrupación por afinidades de edad o sexo se da un impulso diferente y más conocido a la actividad de adoración religiosa.

No debemos pasar por alto que dicho cambio ocurrió y fue más evidente en la ciudad, mientras que en los pueblos del interior de Yucatán aun tenían mucho reparo en aceptar a los feligreses protestantes. A principios de siglo XX se registraron ataques en contra de feligreses e iglesias no católicas en comunidades orientales como Chankom y Yaxcabá, demostrando que las comunidades religiosas diferentes al catolicismo eran una ínfima cantidad.

En la siguiente nota ahondaremos en el contenido del reglamento.